quinta-feira, 17 de novembro de 2011

XII Congreso Latinoamericano de Espiritualidad, «Teresa de Jesús, Discípula Misionera en América Latina» (tercera jornada)


XII Congreso Latinoamericano de Espiritualidad, «Teresa de Jesús, Discípula Misionera en América Latina» (tercera jornada)
17-11-2011
La celebración de la misa con el rezo de laudes, preparada por el grupo de Colombia, abrió esta tercera jornada del Congreso «Teresa de Jesús, Discípula Misionera en América Latina».
De la mano del P. Salvador Ros, ocd, nos hemos acercado durante la mañana a la figura de santa Teresa de Jesús. En primer lugar, el P. Salvador nos ha presentado las categorías de discípula y misionera en ella. La conjunción copulativa situada entre ambas condiciones nos permite comprender, desde el inicio, que en santa Teresa las dos cualidades se dan de modo progresivo: primero se convierte en discípula y, más tarde, en misionera.
No hay discípulo sin maestro. Y Teresa sufrió durante mucho tiempo la ausencia de uno fiable. Sólo Jesús será su Maestro, celestial y definitivo. Así inicia el proceso reflejado en sus libros, que la lleva a ser discípula de un Maestro, Jesús (Libro de la Vida), mediadora del magisterio de Cristo en la comunidad de discípulas (Camino de perfección) y, finalmente, misionera (Fundaciones).
Todo comienza con un encuentro. El de Teresa tendrá lugar ante la imagen de un Cristo muy llagado, como ella nos cuenta en el capítulo 9 del Libro de la Vida. Gracias a ese encuentro, de la mano de san Agustín y sus «Confesiones», hará la transición del deseo de conquistar la verdad al de ser conquistada por ella. Mira y se siente mirada, sale de sí misma y resuelve el problema de su afectividad, sumergiéndose en Cristo, Libro Vivo en su interior: él la hará solidaria de los pecadores y la llevará en primer lugar a convocar un grupo de hermanas a las que reunirá alrededor del Maestro. Posteriormente, desde esta experiencia y también gracias a su encuentro con Alonso Maldonado, tomará conciencia de su natural apostólico y se lanzará a la empresa fundacional.
En su segunda charla, el P. Salvador ha hecho una relectura del carisma teresiano a través del Libro de las Fundaciones. Mujer de una profunda sensibilidad eclesial, santa Teresa quiere donar a la comunidad un grupo de hombres y mujeres que, aleccionados por su palabra y su testimonio, se entregasen al apostolado y la cultura.
Santa Teresa busca y promociona personas de oración y buen entendimiento; con capacidad para la vida comunitaria, para la recreación en la que se comparten no sólo noticias livianas sino, sobre todo, la experiencia de Dios; fundados en las virtudes teologales más que en las penitencias y austeridades; y, sobre todo, capaces de compartir con ella su pasión por las almas, su deseo de llevar a los hombres y mujeres de su tiempo a Cristo.
El empeño de santa Teresa plasmado en sus obras, como aclaró el ponente durante el turno de preguntas, no se dirige sólo a esos pocos consagrados, sino a todos los miembros de la familia teresiana. Ella escribe para todos, pero no para cualquiera, porque escribe para quien se toma en serio su vida espiritual.
Por la tarde, el Hno. Tomás Ostos, ocd, ha respondido a la cuestión acerca del modo de ser discípulo/a misionero/a hoy a la luz de la experiencia y doctrina de santa Teresa.
La palabra de santa Teresa, nos decía el Hno. Tomás, es racional, sí, pero es sobre todo existencial, pues narra con palabras y obras su experiencia vivida. Teresa nos enseña a pertenecerle a Jesús del mismo modo en que ella le perteneció, mediante un lenguaje abierto, literario, simbólico y práctico.
Jesús, explicó el Hno. Tomás, es el Evangelio del Padre a través de dichos y hechos. Se presenta ante la humanidad como portador de un discurso nuevo y de obras que, anunciadas por sus palabras, las confirman y, unidas a ellas, presentan un modo nuevo de relacionarse, de comprender el mundo y a los otros; un nuevo modo de ser que se asemeja al ser de Dios y que se culmina en la vida verdadera, en la resurrección.
Teresa, que experimenta a Dios en su vida en medio de su debilidad, descubre a Jesús como Libro Vivo en ella. A raíz de esa experiencia, santa Teresa, al estilo del Señor, nos dejará una serie dinámica de dichos y hechos imbricados entre ellos. Así, se convierte también en forjadora de discípulos/as, estables o itinerantes, misioneros y misioneras que dan testimonio en cuanto se presentan en la sociedad como familia de hombres y mujeres conversables, que enseñan con su vida un nuevo modo de ser y de amar, transformando la realidad desde dentro, con la alegría que da el vivir al servicio de los otros.
A la luz de la palabra de Jesús y del testimonio de Teresa, somos llamados a verter el mejor vino teresiano en odres latinoamericanos. En la realidad de nuestro continente, somos llamados a ser tales, personas disponibles que comprenden escuchan y dan vida a través de la mortificación, la solidaridad y la comunión, saliendo de nosotros mismos, proclamando con un nuevo trato en el seno de la comunidad el modo de ser teresiano.
Las tres grandes virtudes teresianas (amor de unos con otros, desapego de lo creado y humildad), nos abren a la escucha del clamor del pueblo, para que Dios pueda multiplicarse en la comunidad a través de nosotros, de nuestra vida vivida. La alternativa teresiana, así, encarnada en nosotros, es un regalo para quienes buscan consuelo y esperanza, a quienes viven en el “infierno” similar al que vio Teresa.
Seguidamente, el P. Milton Moulton, ocd, nos ha mostrado la dimensión comunitaria del discipulado y la misión en Teresa de Jesús.
Si miramos a Jesús –siguiendo la llamada de santa Teresa-, nos decía el P. Milton, le descubriremos como formador de comunidades; él busca y forma discípulos para que estén con él y para enviarlos a predicar; y realiza delante de ellos milagros que les muestran el auténtico ser de Dios, que funciona por y con el hombre. Él se inclina y agacha, se vuelve esclavo del ser humano para levantarlo cuando cae. En compañía de Jesús, los discípulos aprenden a vivir esta actitud.
Las palabras de Aparecida que nos llaman a reconocer a los Santos como fuente teologal, espacio para el encuentro con Dios, nos estimulan a fijar los ojos también en santa Teresa para aprender los caminos que llevan a ese encuentro.
Y así podemos tomar conciencia de que santa Teresa es mujer capaz de crear comunidad, constitutivamente relacional y capaz de liderar para envolver a los demás en sus planes, que son los planes de Dios. Ella, como Jesús, quiere también buscar discípulos y discípulas para formarles; quiere hacer tomar conciencia a sus discípulos de lo que ella ya ha experimentado: hacer suceder a Jesús en sus discípulos como Él ha sucedido en ella, usando parábolas, ejemplos, comparaciones, arrancando del corazón del misterio de Dios todo lo que necesitamos para vivir la alegría de ser discípulos misioneros. Lo que ella ha vivido es un camino para todos.
Teresa, ha continuado exponiendo el P. Milton, se ha sentido llamada a tomar postura frente a la palabra del Jesús evangélico y ha buscado identificarse con él, con el Salvador. Su lectura del evangelio la ha llevado primero a saberse salvada, pero luego la ha conducido a convertirse en canal por el que se derrama la salvación que es Cristo, haciéndose una con él.
Así, santa Teresa constituye comunidades que viven el Evangelio de Jesucristo a ejemplo de ella misma, con radicalidad y exigencia que se caracteriza por cuatro notas esenciales: ser familia y hermandad, es decir, tener carácter de hogar; ser cristocéntrica y evangélica, colegio de Cristo cuya norma suprema es el Evangelio; ser misionera y apostólica, puesto que no es fin en sí misma, sino que se constituye para servir al Señor en la Iglesia con la oración, el apostolado y la santidad de vida; y, finalmente, ser alimentada por la Eucaristía, que permanentemente se ofrece a todos para ser acogida.
Desde estas notas, las comunidades no pueden entenderse si no es desde una radical llamada al servicio a los otros: las comunidades teresianas son familias de laicos, monjas y frailes que viven en comunión y amor y, por ello, se comprometen con el otro en su liberación.
Con un momento orante teresiano hemos puesto fin a la jornada de hoy.

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