quarta-feira, 23 de novembro de 2011

CÓMO TRANSMITIR HOY EL MENSAJE TERESIANO EN AMÉRICA LATINA


CÓMO TRANSMITIR HOY EL MENSAJE TERESIANO EN AMÉRICA LATINA

CHARLA EN EL CONGRESO LATINOAMERICANO DE ESPIRITUALIDAD, 17 DE NOVIEMBRE DEL 2011

JORGE A. ZUREK L., OCD

El misticismo de Teresa de Jesús es un proyecto de vida de seguimiento de Cristo. Más aún, representa un atajo en el camino de santidad cristiano. Sin embargo, existe un desconocimiento del mismo en la mayoría del pueblo de Dios latinoamericano, y, en su clero, se presenta un conocimiento precario del mismo, que se reduce a ciertas anécdotas sobre la Santa. Además, el pueblo de Dios presenta ciertas resistencias para recibirlo, pues los adultos están acostumbrados a un cristianismo sacramental basado en preceptos y la mayoría de los jóvenes están alejados de toda práctica religiosa, sumergidos en un mundo pragmático y técnico. Es necesario entonces pensar en una manera de hacer llegar el mensaje Teresiano a la Iglesia—al pueblo de Dios y a la jerarquía—y a la gente fuera de la Iglesia.
Mi intención es reflexionar sobre la manera cómo transmitir el mensaje Teresiano de tal manera que las personas abracen su propuesta mística. Yo planteo que el mensaje Teresiano se debe transmitir hoy de manera creativa en sintonía con la propuesta pedagógica original de la Santa para que tenga la misma fuerza transformativa que tuvo en su origen. Primero, analizo la propuesta pedagógica de Teresa. Luego, describo su programa educativo como un camino hacia la interioridad para descubrir la trascendencia del Don del amor de Dios. Finalmente, propongo que la transmisión del mensaje Teresiano desemboca en “una mística de ojos abiertos”.
Yo realizo esta reflexión basado en mi propia experiencia: en la experiencia reciente en estos últimos años que he tenido, divulgando el mensaje de Teresa de Jesús en Miami y, en especial, en Colombia. En Colombia, he compartido el mensaje de Teresa a una gran variedad de públicos: nuestros estudiantes teólogos, los estudiantes de la Universidad Javeriana que vienen de diversas carreras civiles, las monjas Carmelitas Descalzas y los laicos de la Parroquia Santa Teresita. Aunque el mensaje se comparte con una pedagogía común de fondo para todos ellos, hay variaciones en la misma, según el caso.
Aunque la transmisión del mensaje Teresiano debe estar a la altura de la docencia en un mundo globalizado del siglo XXI, su vigor se encuentra en la fidelidad a la original pedagogía teresiana. La educación ha desarrollado una multitud de recursos, herramientas y medios—incluyendo entre otros, plataformas virtuales en Internet—para ayudar en el proceso de aprendizaje. Realmente, ha habido unos avances asombrosos en el campo educativo que han facilitado el proceso de aprendizaje en las ciencias naturales, sociales y humanísticas. Sin embargo, la pedagogía propia de la mística puede hacer uso de estos recursos, herramientas y medios, con un talante propio que desborda el conocimiento filosófico, humanístico y técnico con el fin de adentrar a la persona en el misterio del amor de Dios en su vida. La pedagogía propia de la espiritualidad se encuentra de manera ejemplar en los místicos—Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola y San Bernardo, para mencionar algunos—que tenían la aptitud para comunicar y contagiar los caminos hacia la unión con Dios. Teresa de Jesús era maestra de oración y doctora mística no solamente por el contenido espiritual y doctrinal de sus obras, sino por su genialidad para comunicar su mensaje. En esta charla, me limito a estudiar la pedagogía de Teresa de Jesús; de esta manera, Teresa misma nos dará las claves de cómo transmitir hoy su mensaje espiritual.
1. Pedagogía Teresiana
Jesús Barrena Sánchez explicita la vocación de educadora que tenía Teresa de Jesús. Según Barrena, ella tenía una vocación innata de ser una mujer forjadora de personalidades. Ella no estudió en la Universidad ni tampoco tenía un conocimiento técnico sobre la educación; pero sabía educar.
Barrena aclara primero qué es educar y luego clarifica qué es educar para Teresa. Educar es humanizar. La educación es la tarea de colaborar con el hombre para que consiga su plenitud, valga decir, acabamiento; llegar a ser un hombre cabal. Barrena precisa el significado de la palabra educar a partir de su etimología: el verbo en latín “e ducere”. Educar es colaborar con el hombre para que salga el hombre que hay en el hombre. En tanto Teresa habla del hombre creyente, educar es colaborar para que salga el hombre auténtico y santo que hay en el interior del mismo hombre. También, es acompañar y orientar al hombre para que consiga lo imposible pero deseable: ser un hombre auténtico. Es proporcionarle el alimento para que continúe siendo un hombre auténtico.
Dado que Teresa no usa la palabra “educar”, Barrena estudia qué significa “educar” para ella en palabras que tengan un significado semejante. Ella usa el verbo “ser” en un sentido parecido al de educar; por ejemplo, ella afirma que el Señor “esté siempre presente dándonos el ser” . Con ello, Teresa quiere decir que Dios la forma y le da consistencia a su personalidad. Ella también emplea el verbo “criar” con un gran contenido de sentido educativo. Le recuerda a la priora de Sevilla, María de San José, que a ella le corresponde “criar almas para el cielo”. De esta manera, le quería decir que a la priora le compete ayudar a las personas para que desarrollen sus propias virtudes y lleguen así al cielo. El verbo “crecer” también tiene connotaciones educativas: en la alegoría del huerto, dice que al hortelano le corresponde trabajar el huerto y hacer crecer las virtudes. En este sentido, educar es procurar que la persona crezca en virtudes. Igualmente, Teresa emplea el verbo “personalizar” con un sentido educativo en la carta escrita a María de San José: “Por harta buena dicha tuviera pudiera hacer camino el ir ahí por ver a vuestra reverencia y hartarme de reñir con ella, y aun, por mejor decir, de hablarla, que ya debe estar hecha persona con los trabajos” . Aquí se ve la excelente pedagogía de Teresa que habla de una manera irónica y familiar a María de San José , expresándole que quiere verle a ella para “hartarme de reñir con ella”. El contexto es que María de San José ha tenido que afrontar una crisis comunitaria tremenda como priora, en la cual fue perseguida cuando los sacerdotes que intervinieron le quitaron equivocadamente el cargo de priora para luego restaurárselo. Según Teresa, María de San José se hizo más persona viviendo y asumiendo esta crisis. Finalmente, ella usa el verbo “labrar” en un sentido parecido al de educar, en el libro de las Moradas, donde dice: “…es que no se acuerde que hay regalos en esto que comienza, porque es muy baja manera de comenzar a labrar un tan precioso y grande edificio…” El alma aquí se compara a un edificio grande y precioso. Educar es ayudar a preparar a la persona para ser una edificación para Dios.
2. El amor plenifica al hombre
La pedagogía teresiana como colaboración y conducción de la persona para que logre su autenticidad humana se concretiza hoy en el proyecto educativo de orientar a la persona para que se encuentre a sí misma y, luego, se abra a la transcendencia del amor. El talante educativo de Teresa, de acompañar a la otra persona para ayudarla a desarrollar su personalidad y virtudes, con el fin de prepararla para que se encuentre con Dios, se traduce hoy en un proyecto educativo que lleva, primero, a la persona a la interioridad, para desde ahí descubrir la trascendencia y el amor.
Siguiendo al filósofo y teólogo canadiense Bernard Lonergan, la interioridad se cifra en la toma de consciencia de cómo funcionamos, valga decir, de cómo conocemos y tomamos decisiones. La persona parte de su propia existencia, se revierte sobre sí misma y toma consciencia de su propia realidad; se descubre como sujeto que tiene la capacidad de situarse frente a sí mismo y que rebasa todo lo que experimenta. Así, la persona se halla como sujeto de todas las cosas experimentables, y se descubre como un ser que trasciende las cosas, un ser trascendental. Por eso pasa a reconocerse como alguien responsable de sí mismo y de sus decisiones y sus actos.
El deseo de conocerse a sí mismo y de apropiarse de su existencia es un anhelo universal. Todas las personas, creyentes o no creyentes, tienen este deseo profundo de conocerse. Algunos son conscientes de esto, otros no; pero en todas las personas se puede despertar este anhelo por conocerse. Este movimiento de reflexión e interiorización de auto-conocimiento lleva al sujeto a tomar consciencia de que es un ser que trasciende y, de esta manera, él se abre a la inquietud y a la pregunta por Dios, a la trascendencia en el misterio asombroso de amor. La persona se encuentra en la frontera de su capacidad humana. Esta pedagogía provoca una apertura y disposición en la persona humana de pararse en el borde de sus capacidades humanas y dejarse caer en el asombro ante el misterio de la vida.
Existen momentos en que la persona es atraída por encima de sus fuerzas y descansa en el amor gratuito de Dios, que la pone en lo que Lonergan le llama estado dinámico de estar enamorados de Dios. Allí, el deseo profundo de saber, que se da en la persona suscita la pregunta por el misterio y descansa en la satisfacción de reposar en él. El sujeto encuentra en la experiencia de Dios, el regalo del amor de Dios, la realización de su deseo más hondo y él se enamora totalmente de Dios:
Estar-enamorado de Dios, como experiencia, es estar enamorado sin restricciones. Todo amor es auto-entrega, pero estar-enamorado de Dios es estar-enamorado sin límites o cualificaciones o condiciones o reservas. De la misma manera que el cuestionar sin restricciones constituye nuestra capacidad de auto-transcendencia, así el estar-enamorado sin restricciones constituye la realización propia de esa capacidad.
La persona experimenta la irrupción del misterio del amor de Dios en su existencia:
Como este estado dinámico es consciente sin ser conocido, resulta ser una experiencia del misterio. Puesto que es estar-enamorado, el misterio no es meramente atractivo sino fascinante; a él pertenecemos y por él somos poseídos. Puesto que es un amor sin medida, el misterio evoca el temor reverencial de Dios (“Awe”). En cuanto es consciente sin ser conocido, el don del amor de Dios es por sí mismo una experiencia de lo santo, del mysterium fascinans et tremendum de Rudolf Otto. Es lo que Paul Tillich llamó el ser dominado por el interés último. Corresponde a la consolación sin causa precedente de San Ignacio de Loyola tal como la expone Karl Rahner.
Ante esta experiencia mística, todos los deseos humanos—los deseos de inteligencia, de verdad y de bien—encuentran su satisfacción misteriosamente en su relación con Dios. La persona consigue su acabamiento y su plenitud; la persona llega a ser un hombre cabal.
La persona ha sido puesta en un nuevo nivel de consciencia (Lonergan lo llamaría el quinto nivel de consciencia que es interpersonal). En este nivel de consciencia es donde ocurre gratuitamente la experiencia de Dios y es allí donde el ser humano corresponde con la conversión religiosa. Según Lonergan, la conversión religiosa es una conversión hacia lo fundamental y hacia el amor. Él habla de un amor incondicional e irrestricto que llena la capacidad humana: “Pero esa capacidad encuentra su plenitud, y ese deseo se convierte en alegría, cuando la conversión religiosa transforma el sujeto existencial en un sujeto enamorado, aprehendido, cautivado, poseído, dominado por un amor total y por eso ultra-mundano.” Este quinto nivel de conciencia intencional es el del amor irrestricto, el amor que no busca recompensa, el amor olvidadizo de sí. El amor es lo central y es todo; se experimenta en su raíz como el amor de Dios, valga decir, el amor religioso. Si bien todos los seres humanos tienen el potencial de amar, de existir en el quinto nivel de consciencia, la experiencia de Dios se da gratuitamente en este nivel de consciencia. El sujeto humano tiene la capacidad de amar y de ser amado y, en esta capacidad y nivel de consciencia, tiene la experiencia de Dios. De esta manera, la persona desea vivir de este amor, por cuanto el amor religioso es la raíz de todas las demás realizaciones de amor.
Ahora bien, la pedagogía teresiana coincide con las demás formas pedagógicas, incluyendo las pedagogías de la filosofía, las ciencias humanísticas y las ciencias naturales y aplicadas, en tanto colabora con el hombre para que logre la autenticidad humana: llegar a ser un hombre cabal. La pedagogía teresiana tiene una dimensión humana y, en sentido amplio, su forma de educar lleva a la humanización. Ahora bien, un proceso educativo hoy que conduce a la persona su propiaq interioridad para lograr un auto-conocimiento y descubrir su capacidad de auto-trascendencia se puede lograr con la ayuda de la filosofía, las ciencias sociales y humanísticas: la psicología y la filosofía pueden lograr que el hombre tome conciencia de su propia interioridad y de su capacidad de trascendencia. El hombre puede llegar por sus propias fuerzas hasta este punto: el hombre puede—mediante la filosofía, las ciencias humanísticas y las ciencias sociales—alcanzar este nivel de consciencia. Sin embargo, el resto del proceso educativo que incluye el descubrimiento del misterio del amor de Dios es absolutamente gratuito: es la experiencia gratuita de Dios. En este punto del proceso educativo, entran los místicos con un aporte sin igual: son los profesionales de la experiencia de Dios. Son testigos insignes de la experiencia de la interioridad, de la trascendencia y del misterio del amor de Dios. Los místicos testifican la experiencia de ser engolfados por el misterio de Dios, por el don del amor de Dios. Son testigos privilegiados de experiencias místicas, que no son fruto del esfuerzo humano, sino que son absolutamente gratuitas. Expresan a través del lenguaje la experiencia que ellos han tenido de Dios, de lo que Lonergan llama el estado dinámico estar enamorado de Dios.
Esta fase pedagógica que acompaña al hombre al encuentro íntimo con Dios no se puede fundamentar en los métodos pedagógicos racionales, basados en los conocimientos filosóficos o científicos, sino en pedagogías basadas en la fe, en específico, las pedagogías de los místicos. En efecto, la pedagogía de los místicos entronca con las pedagogías de otras disciplinas humanas en cuanto busca humanizar; pero las trasciende en cuanto versa sobre el misterio indescriptible. Teresa, doctora mística y maestra de oración, ofrece un ejemplo privilegiado de esta pedagogía mística. Una pedagogía contemporánea que invite a la experiencia inmediata de Dios debe tomar en consideración el lenguaje utilizado por Teresa.
Teresa emplea el lenguaje narrativo para hablar de la experiencia del amor de Dios en su vida. El lenguaje narrativo no es teoría, no es movimiento de razón; al contrario es un lenguaje que expresa algo que está más allá de la teoría: la experiencia absolutamente gratuita del amor de Dios. El lenguaje narrativo no se enfrasca en conceptos, sino que los trasciende expresando el movimiento de la vida, en donde Dios se experimenta. Ella expresa mediante el lenguaje la actuación de Dios en su historia, que trasciende el mundo de estados de cosas, el cual puede ser conceptualizado. Ella no se sujeta a esquemas de pensamiento conceptual, más bien los supera con un lenguaje narrativo autobiográfico.
Teresa emplea un lenguaje performativo, que realiza lo que dice, valga decir, que hace lo que dice. Ella transmite una experiencia y ofrece un testimonio que invita al encuentro con Dios y que inspira hacer el camino para unirse a Dios; pero el encuentro y unión llegan como algo absolutamente gratuito que sólo viene de la iniciativa divina. El testimonio de Teresa se convierte en un mapa existencial y conceptual de referencia para buscar encontrarse con Dios en la propia vida. Su lenguaje testimonial aclara el camino y ayuda en el discernimiento para la unión con Dios; además motiva, dispone y entusiasma al caminante.
Teresa también recurre a los símbolos, puesto que necesita expresar su experiencia de Dios que resulta ser profunda e inefable. La experiencia mística tiene carácter de inefabilidad; Teresa se topa con dificultades para expresarla: “yo no lo sé decir” (V 12,5). Ella se encuentra a veces impotente para poder expresar el misterio del amor de Dios: encuentra la precariedad de expresiones profanas para hablar de lo inefable y esto la hace recurrir a los símbolos: analogías, figuras, comparaciones y semejanzas se convierte en el lenguaje común de ella para hablar de la experiencia inefable Dios. Ella acude principalmente a símbolos bíblicos; además recurre a otros extraídos de su vida cotidiana y algunos derivados de su lectura espiritual. El lenguaje simbólico inspira, evoca, guía, describe, clarifica, ayuda a testimoniar y a discernir la experiencia mística y el encuentro con Dios; pero la experiencia mística es totalmente dada por Dios. El lenguaje simbólico dispone a la persona para el encuentro con Dios: la hace encontradiza del Dios que la busca.
Resumiendo, la transmisión del mensaje Teresiano hoy implica asumir también la pedagogía propia de Teresa: emplear un lenguaje que lleve al encuentro con Dios. La pedagogía teresiana puede hacer uso de la filosofía y las ciencias sociales y naturales para iluminar la existencia y contribuir al autoconocimiento como proceso de auto-realización humana. Sin embargo, trasciende las disciplinas y métodos racionales y el propio horizonte de mera auto-realización humana, introduciendo a la persona en el misterio de Dios. Es por eso que la pedagogía teresiana emplea un lenguaje que supera el lenguaje racional: un lenguaje narrativo y simbólico. La pedagogía teresiana entraña un lenguaje narrativo testimonial que es formativo: hace lo que dice. También conlleva un lenguaje simbólico que permite balbucir lo inefable de la experiencia mística.
En concreto, he transmitido el mensaje teresiano, empleando principalmente un lenguaje narrativo y simbólico para provocar el encuentro con Dios. La comunicación del mensaje teresiano ha partido de la propia vida: responde a un tema de espiritualidad relevante para los propios oyentes. También ha surgido de dinámicas psicológicas o filosóficas de autoconocimiento. Partiendo de esta fuerza motivacional existencial, se han presentado los escritos de Teresa, haciendo una lectura pausada, cuidadosa y explicada para superar las barreras presentes dadas por la diferencia de lenguaje y cultura entre sus escritos y los oyentes. Estas lecturas se han complementado con testimonios de otras personas y propios, para darle un sentido más encarnado al mensaje teresiano. Me he servido de la belleza de los símbolos teresianos y la belleza de su propia escritura para provocar un encuentro con Dios, para suscitar nostalgia de Dios. Todo esto se ha hecho para que las personas tomen consciencia del amor de Dios ya presente en sus vidas y, al mismo tiempo, para provocar una conversión, un acercamiento al Dios Amor. Teniendo presente que las personas han descubierto el amor de Dios, se aclaran las consecuencias éticas de la vida mística.
3. Educar para “una mística de ojos abiertos”
La pedagogía mística inspirada en Teresa no deja a la persona en un amor etéreo, desencarnado, e intimista. Al contrario, la pedagogía mística inspirada en Teresa debe responder al desafío en el siglo XXI de vincular contemplación y compromiso para ser una respuesta cristiana válida en la sociedad multicultural que se presenta hoy en América Latina. El teólogo alemán Johann Baptist Metz, hablando del cristianismo y proponiendo una ética universal para esta era del pluralismo cultural y religioso, propone una mística de ojos abiertos:
“La mística de la Biblia —en las tradiciones monoteístas— es en su núcleo un mística política o, más precisamente, una mística de la compasión política y social. Su imperativo categórico reza: ¡despertad, abrid los ojos! Jesús no enseña una mística de los ojos cerrados, sino una mística de los ojos abiertos y con ello de la exigencia incondicional de percibir el sufrimiento de los otros.”
Propone la mística de los ojos abiertos como la espiritualidad auténtica que se deriva de la persona de Jesús y la contrapone a la mística de los ojos cerrados. La mística de los ojos abiertos es la espiritualidad de la compasión que es capaz de ver el sufrimiento del otro, responder al mismo y comprometerse con el otro. Es la espiritualidad propuesta por Metz para el cristiano del siglo XXI: un cristiano que pueda aportar con una ética universal basada en la compasión para la construcción de una sociedad más justa y humana. Ahora bien, considero que la mística que propone Teresa no es la de los ojos cerrados que menciona el teólogo Metz, sino la mística de los ojos abiertos. Más aún, Teresa apunta a una mística de ojos abiertos, pues apunta a lo fundamental, a hacer la voluntad de Dios que se cifra en el amor que se traduce en compasión hacia el otro.
Teresa reconoce que la espiritualidad tiene su centro en hacer la voluntad de Dios: “Toda la pretensión de quien comienza oración (y no se os olvide esto, que importa mucho) ha de ser trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda a hacer su voluntad conformar con la de Dios…” Teresa plantea que hacer la voluntad de Dios es estar en comunión con Dios y cumplir los dos mandamientos de amor:
“¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como Su Majestad le pidió, mirad qué nos falta para llegar a esto.”
“Acá solas estas dos que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unidos con él.”
“La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios…”
La sustancia de la mística y de la oración es la experiencia del amor de Dios y éste traducido en amor al prójimo. La raíz del amor es el amor divino; pero la verificación del amor se encuentra en el amor al prójimo.
Hernando Alzate propone que cuando Teresa se une con Dios, se transforma radicalmente su vida, implica una reorientación de su vida hacia el amor que se refleja en el trato con los demás.
En Teresa de Jesús, la vida de unión con Dios, Amigo verdadero -señal del desposorio con Él- ha trasladado definitivamente el centro de gravedad de su vida espiritual, y por tanto el de su vida afectiva, hacia la experiencia de la amistad con Dios. La oración como trato de amistad con quien sabe que la ama, la ha llevado a activar sus más profundas fuerzas anímicas y la ha hecho volver a su base vital después de haber pasado, como por un “mar tempestuoso” durante casi veinte años. Su contacto con Dios como Amigo verdadero, determina ahora, su trato con sus semejantes, su amor y también sus preferencias. Su afectividad, su amistad, tienen una raíz mística, pero no por eso deja de ser humana, su amor está impregnado de divino-humanidad.
La transformación en el Dios amigo libera a Teresa de todo egoísmo y su trato con los demás es potenciado por la experiencia mística para convertirse en amor auténtico de entrega hacia los demás.
Según Teresa, en el matrimonio espiritual, la persona logra su madurez espiritual y está empoderada para el servicio apostólico, puesto que participa de la condición humano-divina de Cristo. Unida al que es Fuerte, la persona está potenciada desde dentro para servir a Dios y a los otros. Además, la persona se encuentra fortalecida en sus virtudes. La presencia del Señor en el centro del alma inspira y fortalece las virtudes e informa el cuerpo exterior por un dinamismo de rebosamiento. Las gracias místicas experimentadas como la abundancia del amor de Dios, transforman a la persona de tal manera que la persona logra la unidad de contemplación—presencia íntima de Dios—y de acción—presencia amorosa ante los demás, valga decir, compromiso amoroso con los demás.
En el libro de Fundaciones, Teresa propone la integración de la oración con la vida cotidiana. Ella estudia la sustancia de la oración perfecta y concluye que: “el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho.” Por tanto el centro de la oración es el amor. La persona orante que ama, encuentra a Dios en todas partes: “Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.” La persona orante busca a Dios en todas las cosas y se mantiene en su presencia durante las actividades cotidianas: “¡Cuánto más que el verdadero amante en toda parte ama y siempre se acuerda del amado!” Ella muestra preferencia por las buenas obras y la obediencia—la organización cotidiana para mantener la vida comunitaria—por encima de la vida de oración:
“Cualquiera de estas dos cosas (obediencia y aprovechamiento de los prójimos) que se ofrezcan, piden tiempo para dejar el que nosotros tanto deseamos dar a Dios, que a nuestro parecer es estarnos a solas pensando en El y regalándonos con los regalos que nos da. Dejar esto por cualquiera de estas dos cosas, es regalarle y hacer por El, dicho por su boca: Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí.”
Resalto que Teresa dice que el aprovechamiento del prójimo es motivo para dejar la vida tranquila e interior de la oración. Aunque esto se escribió para las monjas de conventos del Siglo XVI, tiene una aplicación más amplia: una clave para la vida de todo cristiano. La actitud compasiva de responder a las necesidades del prójimo y su sufrimiento es más importante que la vida de silencio y oración. La actitud de tener los ojos abiertos para ver el sufrimiento del prójimo y de responder al mismo atendiendo al prójimo es la clave de una espiritualidad madura. Las obras basadas en la compasión a favor del prójimo y de los que sufren encienden más el corazón con amor que la misma oración. En consecuencia, la espiritualidad madura se manifiesta en una praxis basada en la compasión. Sin embargo, Teresa balancea esta idea con la importancia de tener siempre oración: la oración mantiene y mejora la calidad de las buenas obras, incluyendo las acciones basadas en la compasión. De esta manera, la oración está subordinada a una vida vibrante de amor que une contemplación que acción, oración y praxis compasiva.
4. Conclusión
Teresa plantea una mística de ojos abiertos y nos propone una pedagogía para formar místicos que tengan la opción fundamental de tener los ojos abiertos para responder al sufrimiento de los demás. El mensaje Teresiano recobra su vitalidad original al ser transmitido al hombre y mujer del siglo XXI mediante una pedagogía inspirada en la misma Santa. Esta pedagogía mística empalma con los otros métodos pedagógicos de la filosofía, ciencias humanas y naturales, para buscar la humanización de la persona en el siglo XXI. Muestra así su carácter interdisciplinario. Todo esto manifiesta la pertinencia y calidad de los místicos para la evangelización del siglo XXI.
La pedagogía teresiana puede inspirar un proyecto educativo y de evangelización que lleve a las personas al autoconocimiento en la propia interioridad y de ahí descubrir su capacidad de trascendencia y de entrega en el amor. Su pedagogía mística nos ofrece un manejo distinto del lenguaje, un paso al lenguaje narrativo y simbólico para entrar a la persona del misterio de Dios.
La pedagogía teresiana no deja a la persona en un mundo etéreo ni intimista, al contrario lleva a la persona a encontrarse con Dios y a vivir el proceso de transformación que conduce al compromiso con el otro. La pedagogía teresiana forja místicos que tienen la opción de tener los ojos abiertos, los cuales tienen la capacidad de compadecerse del otro y contribuir de esta manera a la construcción de un mundo más solidario, justo y en paz.

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